Ser iguales por ser distintos.
Todas las personas somos iguales ante la ley.
Este principio jurídico nos garantiza la equidad; sin embargo, muchas veces ha sido malinterpretado entendiendo que todas las personas somos iguales. Esto hace que algunas personas se obstinen en tratar a todo el mundo igual con independencia de sus necesidades.
Imaginemos que somos los encargados del desarrollo de políticas públicas o de sistemas de educación para la población sorda. Nuestra meta, como la de casi todo el mundo, es realizar nuestro trabajo de forma correcta. Sin embargo, si partimos de la base de que todas las personas sordas son iguales, podemos encontrar algunas dificultades.
Veamos un pequeño ejemplo intentando clasificar a esta población.
Según el momento de adquisición de su sordera podemos dividirla en dos grupos:
- Prelocutivas (adquirieron su sordera antes de aprender a hablar)
- Postlocutivas (adquirieron su sordera después de aprender a hablar)
También podríamos dividirla en función de la localización de su sordera:
- Bilaterales (con sordera en ambos oídos)
- Monolaterales (con sordera en un solo oído)
A lo mejor preferimos clasificarla en función de su pérdida auditiva:
- Simétricas (con la misma pérdida auditiva en los dos oídos)
- Asimétricas (con distinta pérdida auditiva en cada oído)
Si no estamos contentos con ninguna de estas clasificaciones podemos dividirla por su sistema de comunicación:
- Parlantes (si se comunican de forma oral)
- Signantes (si se comunican con lengua de señas)
Si aún así no nos convence, podríamos utilizar el tipo de prótesis que utilizan:
- Implantados (si utilizan implante coclear)
- Audífonos (si utilizan audífono externo)
- Sin prótesis (si no utilizan ninguno de los dos anteriores)
Puede ocurrir, que alguna de estas clasificaciones no nos convenza de todo; así que podemos utilizar el tipo de sordera para clasificarla:
- Genética (si la sordera es heredada)
- Adquirida (si la sordera se produce después del nacimiento)
No obstante, conviene aclarar que la sordera adquirida puede deberse a distintos factores:
- Por enfermedad (si como consecuencia de una enfermedad o del tratamiento para combatirla la persona queda sorda)
- Por accidente (si la sordera es consecuencia de un traumatismo)
- De vejez (si la sordera se produce por la degradación natural del cuerpo conforme avanza la edad)
Así pues para saber el número de personas sordas distintas con las que podemos encontrarnos sólo hay que aplicar la sencilla fórmula
Mantener la creencia de que “todos somos iguales” es la mejor forma de asegurarnos una desigualdad. Todos somos iguales ante la ley; pero la ley debe entender que no todos somos iguales.