La receta para la discapacidad
Cuando una empresa o institución contrata a un profesional para que les ayude en sus procesos de adaptación a la accesibilidad universal, una de las cosas que más les sorprende suele ser lo primero que se les dice.
No hay que inventar nada, todo está ya hecho y normado.
Surge entonces una pregunta lógica entre los directivos de la institución:
Entonces… ¿para qué te necesitamos?
La respuesta es sencilla. La mayoría de las normativas sobre discapacidad no pueden aplicarse como si de una receta de cocina se tratase. No son fórmulas matemáticas; rampa + braille no da accesibilidad universal como resultado. Es necesario que alguien diestro en la materia aplique estas fórmulas. Al igual que un cocinero sigue las recetas pero le da un toque personal a cada una, las adaptaciones para la accesibilidad necesitan en mucha ocasiones un toque de experiencia. Algo similar ocurre en comunicación. Tenemos gran cantidad de redes sociales para comunicar (Facebook, Instagram, Twitter) pero no usamos todas. Alguien entendido en la materia debe indicarnos cuales son las más apropiadas y cómo debemos usarlas para que nuestro negocio tenga un buen plan de comunicación.
En el caso de la accesibilidad universal ocurre lo mismo. Veamos algunos ejemplos:
En este caso se trata de una rampa de acceso concebida para que las personas en silla de ruedas sean subidas por alguien más. A la rampa de 45º grados se le añade el material deslizante del que está hecho (baldosa o duela) y la escalera central para ayudar a la persona que empuja. A pesar de que parezca una buena idea, la accesibilidad universal promueve la autonomía de las personas; por lo tanto, las rampas deben permitir a una persona en silla de ruedas subir por ella por sus propios medios, y no con ayuda de nadie.
No hay mucho que decir de esta rampa que incluso es complicada de usar para personas sin discapacidad. El material es correcto, ya que es cemento duradero; pero ni el ángulo de la pendiente, ni los pasamanos son los adecuados.
Este ejemplo podría parecer el más correcto, sin embargo: la pintura lo hace resbaladizo; parece correcto para personas con movilidad reducida pero no para los que tengan problemas de visión; no cuenta con la textura necesaria y no, sus dimensiones no son las correctas.
En este caso, a pesar de la pobre conservación de la calle, la adaptación es correcta. Cumple los estandares para personas con movilidad reducida y problemas de visión. Este ejemplo sirve para recordarnos también una cosa: la adaptación no es algo que se hace y ahí queda, el mantenimiento siempre es necesario.